El Agua Acá

“Panamá es el único país en el que la falta de agua está provocada por el exceso de la misma” – Boris, amigo panameño, cita aproximada…

Una de las cosas que nos sorprendió cuando empezamos a investigar sobre Panamá es que en la ciudad el agua era al parecer especialmente buena, cosa que a unos madrileños nos puede tocar la fribrilla, por aquello de lo excelente que es el agua de nuestros grifos. Acostumbrados a beber de botella en cuanto salimos casi de la región, ¡esto era una noticia muy buena!

Pero resulta que no hemos podido comprobarlo aún. Aunque Cris explicó ya el tema del agua en la primera entrada, su post era más bien de la llegada y no era cuestión de dedicarle más espacio a esto, así que voy a intentar detallar la situación. El país lleva algún tiempo con problemas de suministro de agua, en especial potable. Debido a unas lluvias torrenciales, paradójicamente acaecidas a principios de la época “seca” en diciembre, la potabilizadora que abastece gran parte de la ciudad se ha visto desbordada por la turbiedad del agua a procesar. Parece ser que además de haber sufrido unas lluvias nunca vistas, la tala de árboles a orillas del canal, lago Gatún etc., ha provocado desprendimientos de tierras, con lo que el agua llega cargada de barro a la purificadora, que no puede potabilizar correctamente el agua para consumo humano.

Bueno, tras la explicación seria, ¿Cómo nos ha afectado a nosotros?

Los primeros días, como si nada, el hotel tenía reserva de agua, así que no problem. Oíamos de quien se levantaba de madrugada a ducharse y lavar la ropa, pero desde nuestra comodidad, estábamos fuera de peligro. La anécdota de los portavoces de la potabilizadora encomendando la tarea de solucionar el problema a fuerzas superiores nos encantó. Adelantándome al final, diré que ha funcionado. No sé si ha sido la mano de Dios o el inexorable paso del tiempo, pero ha funcionado…

Nuestra mayor crisis vino al instalarnos en el (ahora) flamante piso, al que hemos entrado una semana antes de lo debido, y así nos vimos con paredes a medio pintar y baños dignos del mejor equipo de obreros. ¡Pues manos a la obra! Compramos material para desinfectar la selva entera para encontrarnos al llegar a casa con la nula colaboración de los grifos.

Nuestro querido Ernesto nos regaló media docena de botellas de agua para sobrevivir en los primeros días y me temo que, a pesar del calor y la necesidad, parte de esa agua mineral acabó en el cubo de la fregona. Somos de lo más “in”. El que no haya fregado su ducha con agua de manantial, no sabe lo que es la buena vida.

Pero claro, una cosa es eso y otra es usar la propia ducha después de la dura tarea de fregar, cargar maletas etc. No había nada de agua. Pusimos el despertador a la una de la mañana por si había suerte y, casi en modo automático, comprobamos lo inútil del asunto.

Pero bueno, hay que reconocer que al día siguiente, tras media noche en una cama que hasta el mejor faquir (TIEs Indios, ¡quiero fotos de estos artistas!) hubiera encontrado una tortura (saltar encima era lanzarse a una rotura total de huesos inevitable), y la otra media en el sofá, muy junticos, oímos el maravilloso sonido de los grifos funcionando.

No hemos vuelto a tener escasez, quizás no se puede beber del grifo y olvidemos sistemáticamente comprar agua, pero son cuestiones menores y todo marcha hacia la normalización de la situación.

Así que, que nadie tema, ¡seguimos bebiendo y agua también!

P.D. Por gracia de los hados, esta mañana nos ha vuelto a fallar el agua. Por suerte, en la Cámara estoy metido en una sala de reuniones grande y solitaria, así que evito la tortura química a mis compañeros.